
Nuestra compi Marina nos cuenta su experiencia siendo mamá de una niña preciosa, Abril. Os encantará este precioso texto que rompe con todos los estereotipos y mitos sobre tener animales y formar una familia. Esperamos que lo disfrutéis tanto como hemos hecho nosotras.
“Siempre quise tener un perro. Recuerdo como lo pedía en casa, aunque mi familia no era muy animalista que digamos, y por ello les tenía cierto “respeto” (llamémoslo temor por desconocimiento). Y es precisamente el desconocimiento de muchas personas lo que me empuja a escribir ésto. Sigamos por donde iba… Hasta que fui mayor de edad no tuve mi primer perro. Llegó de repente y lo amé como a un miembro más desde el primer minuto, se hacía querer mi labrador Finidi. Su llegada a casa me abrió las puertas del mundo animalista y empecé a colaborar con asociaciones protectoras, y particulares que como yo, buscábamos defender la vida de los olvidados de cuatro patas. Es difícil, costoso, y psicológicamente duro ver como jamás se termina la crueldad del ser humano contra otras criaturas. Abandonados, maltratados, humillados e invisibles a los que recogía cualquier día a cualquier hora. En estos años pasaron muchos perros y gatos por casa, pues además de voluntaria hacía de casa de acogida. Algunos de esos peludos siguen hoy día conmigo y otros fueron adoptados, pero a otros no logramos sacarlos adelante desgraciadamente.
Llegó un punto en el que elegí centrarme en mi vida personal. Cuando me fui a vivir con mi pareja yo era “mami” de dos perras y un gato. Mucha gente decía “¡dónde vais con tanto bicho!”. Ellos eran parte de mi vida anterior y tenía claro que seguirían siéndolo. Al poco llegó otra gatita necesitada de hogar y también la adoptamos. Jamás pensé en dejarlos en ningún refugio ni con nadie que no fuese yo, mucho menos abandonarlos. ¿se puede seguir viviendo tras traicionar a amigos tan fieles como ellos?
Más tarde me quedé embarazada y empezaron a preguntar ” ¿qué vas a hacer con los animales?”. Y a darme esos consejos, que más bien son sentencias, del tipo ” los gatos hacen que los niños salgan deformes”, “no los toques que te transmiten toxoplasmosis”, “son traicioneros le harán daño a la niña”, “los perros cogen celos deberías deshacerte de ellos”… Y otras lindezas sobre pelos y babas que mejor no mencionar.
Señores: lo que es una enfermedad hoy día es la ignorancia. Muchos creéis saberlo todo y estáis muy lejos tan siquiera de consideraros buenos ejemplos de nada. Los gatos, tal cual, no transmiten nada al bebé, para que afecte la toxoplasmosis deberían darse una serie de circunstancias complicadas y además no todos los gatos la transmiten, sin embargo no veo que la gente se preocupe de otras causas que la contagian como comer verduras sin lavar o carnes crudas o usar utensilios contaminados… Y por otro lado los animales no cogen celos porque sí, salvo que les quites todo lo que conocen como zona de confort tras la llegada del bebé o durante el embarazo. Habrá que hacerles entender las cosas y darles un margen de adaptación como el que necesitamos cualquiera de nosotros cuando nuestra vida cambia de la noche a la mañana.
El día que llegamos del hospital los primeros en recibir a mi hija fueron ellos: Kira, Lalo, Maripili y Kiara. Cada uno a su manera mostraron cierto interés. Kira quería estar al lado de ella, olerla y lamerla y vigilar a quien se acercaba. Maripili hacía como si nada hubiera cambiado. Lalo se acercaba sigiloso con algo de miedo y dudas. Kiara se echaba literalmente encima y la olía. Ella ya ha cumplido un año, y el comportamiento de ellos ha ido adaptándose a cada etapa. Cuando empezó a gatear la evitaban y huían, pero nunca le hicieron daño. Ahora que ya anda sola la siguen e incluso se tropiezan unos con otros e interaccionan con juegos. Tienen paciencia pero a todos les pongo ciertos límites, así ninguno fastidia a otro. No podemos dejar que los animales hagan lo que quieran, al igual que no podemos dejar que lo hagan los niños. Hay que poner normas sencillas que ellos sepan interpretar y respetar.
Sí, mi hija convive con cuatro animales y aún no ha habido accidentes ni contagios de nada ni enfermedades. Al contrario, está más sana que muchos otros niños. Comparten juegos y espacio porque yo no he cambiado la rutina de ellos, ni los he obligado a dormir fuera, ni cerrado partes de la casa a las que antes si accedieran. No son enemigos y a mí se me cae la baba cuando veo como ella aprende también cosas gracias a ellos: los persigue e imita, se tumba con ellos, les tira la pelota para que se la traigan, y les da trocitos de comida cuando no quiere más. Y nadie le ha enseñado a hacer eso, sino que es fruto de la interacción natural de individuos.
No hagáis caso a toda esa nube de mierda que la gente lanza en contra de tener animales en casa. Son parte del hogar, y como a cualquier otro miembro hay que respetarlos y cuidarlos, hay que incluirlos en los proyectos de vida que se hacen porque aportan mucho sin pedir nada a cambio. No eduquemos a los niños en el miedo ni el asco a los animales, no le quitemos valor a sus vidas ni despreciemos lo que nos dan en esos años de compañía, que por cierto son pocos para los que merecen.
Hay mucha información y métodos para lograr que la convivencia sea perfecta, pero por favor no os deshagáis de una vida por haber dado vida a otro ser… No es necesario ni es lo justo.
Confío en que si alguien me lee y tiene dudas, le ayude a aclararlas. Y ojalá sirva para concienciar y abrir mentes, que falta hace en éste país en el que aún se celebran fiestas sangrientas donde la tortura de un ser vivo es motivo de alegría, donde se deshacen de especies protegidas por ser un “estorbo” y cuelgan a seres agonizantes por no saber cazar.
¡Avancemos un poco!”
Gracias a la experiencia Marina, muchas personas tendrán en cuenta que sus mascotas, se el tipo que tenga, no tendrá comportamientos extraños y/o dañinos para la nuevo vida que estará en el hogar. Todos sus actos serán consecuentes al comportamiento de su amo, la manera en como lo trata y lo incluye en el cambio de vida.